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Es bien sabido que el mercado inmobiliario tiene como una característica muy marcada la comunicación visual de agentes y asesores, un marketing donde se señala y resalta la imagen ganadora de independientes u oficinas dedicadas al rubro de los bienes raíces. Las sonrisas, los apretones de mano y la auto suficiencia son aquellas constantes en anuncios, videos, campañas y un largo etc.

Pero alguna vez nos hemos preguntado ¿Realmente es así? ¿Qué pasa detrás de todo ello? ¿Somos los agentes aquellos cuasi súper héroes a los que no les entran las balas? Para muestra un botón: recuerdo que en mis inicios tuve una reunión en una oficina de una marca muy importante en el mercado local, ya había sido anunciado a la persona que me esperaba, en ese preciso momento me llegó un mensaje al celular que me daba la noticia de que mi padrino acababa de fallecer; mi respiración se detuvo, sentí que el mundo dejó de girar por unos segundos hasta que escuché mi nombre, la reunión se llevó a cabo, fue mi primer acercamiento a la empresa que luego fuera mi casa por más de cuatro años, sin embargo, la anécdota me dejó marcado.

Del mismo modo, sabemos que el sector en el que hemos decidido desarrollarnos suele ser ingrato algunas veces, hay ocasiones donde las comisiones llegan más tarde de lo que habíamos programado, algunas veces las cuentas se vencen antes de que cobremos (así sea por un día) y el “guardar pan para mayo” es algo que solemos practicar casi siempre después de haber ganado una suculenta comisión y pensar equivocadamente que el dinero no se acabaría. Llegado ese momento, nuestro entorno más cercano vuelve a recomendar que “nos consigamos un trabajo de verdad” o a decir que lo que hacemos no es seguro, que hasta cuando habrá que soportar la inestabilidad económica y demás.

Tengo una amiga cuyo cuñado se dedicaba a ser asesor inmobiliario y en su familia solían decir que “estaba esperando vender el Vaticano” para salir de su situación, está demás decirles que terminaron separándose.

No hay escuela, ni curso, ni diplomado que nos ayude a superar la frustración de no tener la suerte de que quienes están cerca a nosotros crean en nuestro proyecto, bendito aquel o aquella que sí consiguió a aquel o aquella compañero o compañera que sí apostó, lamentablemente no es una mayoría.

Hay ejemplos que tenemos a la mano tales como Kim y Robert Kiyosaki, o los exitosos Jenny Barrera y Jorge Loza, dueños de la franquicia Ciudapolis a quienes tuve el enorme gusto de conocer y compartir con ellos incluso antes de que alguno de nosotros pensara incursionar en los bienes raíces y que fueron creciendo apoyándose en un sueño en común.

Lamentablemente no todos los casos son similares a los mencionados, muchos emprendedores terminan solos, llegando a cumplir sus sueños y metas, mientras que los que se hicieron a un lado se limitan a mirar desde lejos la realización de aquello en lo que se negaron a creer, a lo que le perdieron la fe.

Esto, estimados lectores, no es una crítica a la manera de ver las cosas de persona alguna, sólo pretende ser un recuento de hechos que podrían (o no) haber sido parte de tu historia o la mía y ver que nosotros tenemos el deber de encontrar nuevamente aquel motivo que se convierta en el motor de nuestra maquinaria interior, superando inclusive el dolor de una ruptura, de una pérdida irreparable o de la falta de fe de quienes más te importan

  • Autor: Ángel Giancarlo Strat
  • Columna: Con el Dedo en la Llaga
  • Empresa: Master Team Perú
  • Instagram: @masterteamperu
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  • Linkedin: Angel Strat
  • Twitter: @StratAngel
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